El primer borrador de un texto ya es un problema.
¿Por qué? Por la misma razón que muchos otros problemas de la escritura: en todos los momentos del proceso creativo usamos el mismo material. Sí, señoras y señores: estoy hablando de las palabras. Pensamos, escribimos, reescribimos y corregimos con palabras.
Para entender mejor por qué esto es un problema (que, te adelanto, tiene solución), voy a comparar nuestra tarea con la de un artista plástico. Imaginá un pintor clásico, de caballete, con sus cuadros al óleo. ¿Cómo es su proceso creativo? Seguramente tenga una imagen preliminar, que puede haber surgido de la observación o de su propio imaginario. Puede ser (o no) que deje pastorear esa imagen en sus ojos o en su mente por un tiempo, para ir conociéndola mejor. Pero de lo que sí estoy segura es de que no va a pasar directamente del primer impulso al pincel. Antes va a probar su imagen en un papel, con lápiz o carbonilla, con permiso para borronear, tachar, ser desprolijo, romper, volver a intentar, hacerlo más grande, más chico, en otro lugar de la hoja, con más energía, más sutil, todas las posibilidades que se le ocurran hasta quedar conforme con el dibujo que luego va a plasmar en el bastidor.
Este momento de permiso es muy claro en la pintura porque hay un estudio preliminar que se realiza en un soporte distinto al de la obra terminada. En cambio, en la escritura no es tan claro ese pasaje, por distintas razones: ya casi no escribimos a mano y, si lo hacemos, es muy rápido el pase de la hoja a la pantalla; en la escuela no nos enseñan a reescribir, todo lo contrario: en general tenemos una única oportunidad de escribir un texto, lo entregamos y recibimos una nota, pero no hay una instancia de reelaboración; tenemos la idea de que el texto sale de una sola vez o no sale, parecida al concepto del talento innato de unos pocos para crear; y por último, la que comenzó este texto: si todos los pasos que damos están hecho de palabras, ¿cómo podemos diferenciarlos?
No te enojes si esperabas una gran revelación: como diría Fito, “es sólo una cuestión de actitud”. Pero no la subestimes: como todas las soluciones simples, es muy difícil de llevar a la práctica. No te imaginás cuántas veces leí correcciones de textos de mis alumnos de taller casi idénticos al texto original. Hay mucha resistencia para reescribir. Y creo que eso se debe a que no reconocemos que el primer paso está escrito en carbonilla, no en piedra. Un primer borrador tiene que ser permeable, fresco, estar disponible para que sigamos probando. Ojo, no digo que sea imposible que un texto surja de un tirón. Pero, en la mayoría de los casos, la escritura necesita trabajo. Tampoco descarto que la escritura brote de un momento catártico, un rapto de posesión desenfrenada. Pero seamos sinceros: muy pocas veces desemboca en una obra interesante. Para volver al ejemplo de las artes visuales, Pollock tira pintura sobre una tela en el piso. Parece azaroso lo que hace, pero estoy segura de que existe una preparación. Diferente del ejemplo anterior, propia y particular, pero preparación al fin.
En cualquier caso, más o menos espontáneo, con más o menos técnica, siempre es mejor tomar una actitud exploratoria al comienzo. Y acá llega el momento en que se termina la argumentación y esto se convierte en una cuestión de fe. Podés creerme o no: empezá a escribir en carbonilla, permitite escribir mal, sin preocuparte tanto por la forma o lo “literario” (que, de todas formas, va a llegar más adelante), disfrutá del momento de experimentación, probá todo lo que se te ocurra. No le pidas a un primer borrador que sea una obra terminada. Tus textos te lo van a agradecer, y vos la vas a pasar mucho mejor.
Gracias x los consejos de arrancar con un borrador sin tantas exigencias.Vale tenerlos en cuenta a la hora de escribir. Slds. Griselda
¡Gracias a vos, Griselda! ¡La seguimos!
Excelente, yo escribo en lapiz y papel lo que viene a mi mente, es un borrador, y luego lo paso a mi tablet por si pierdo los apuntes, pero sé que tambien es un segundo borrador , porque tengo mucho que corregir, obvio, y es ahi donde empuezan los problemas, pirque surgen temas y/o relatos que vienen a mi mente y no se donde ponerlos…..
¡Qué bueno, Graciela! Gracias por compartir tu experiencia! Yo lo que hago es volver a imprimir y corregir a mano sobre la impresión. Después lo paso de nuevo a la PC, imprimo… ¡y así sucesivamente! A veces corrijo varias veces en una impresión con distintos colores para no perderme.
También, a veces, como bien decís, surgen ideas que «se van mucho por las ramas» o dan para un texto nuevo. Yo anoto todo, aunque sea la idea principal. ¡La corrección también es un momento creativo!
Comparto con vos la idea de que la escritura requiere de trabajo. Por lo menos en mi caso nunca lo primero que escribo es lo que queda. La idea, consigna, imagen, aroma o lo que sea que obre como disparador, en principio, debe rondar un tiempo por mi cabeza. Depués lo vuelco en un cuaderno manuscrito, como sale, bastante desprolijo, con tachaduras, asteriscos y todo lo demás. Escribo todo lo que me surgió en ese divague mental. Recién cuando voy a la computadora a pasarlo en limpio empieza la tarea más ardua. Rescatar cosas, deshechar otras, enriquecer, transformar para darle una determimada dirección. En fin, un trabajo que me absorbe por completo y que requiere de esfuerzo y paciencia. Todo esto hasta llegar a obtener un texto que me resulte completo, que me satisfaga en cuanto a la sensación de haber hecho todo lo posible a mi alcance para esa elaboración.
Me encantó tu descripción del proceso. me dan ganas de largar todo y ponerme a escribir ahora 😀
Realmente es un trabajo artesanal y me fascina que así sea. El divague mental es maravilloso. Yo a veces lo llamo «dejar pastorear las ideas». ¡Gracias, Claudia!