En el taller Narrativa en Proceso estamos empezando a pensar qué proyecto de escritura quiere encarar cada tallerista este año, y por eso estoy acá, poniendo en palabras las dudas y desconciertos que aparecen a la hora de pensar la escritura justamente como un proyecto.

Lo primero que vi en varios casos es que hay una confusión entre proyecto y publicación.

Escuché varias veces “yo todavía no estoy para publicar“, como si les estuviéramos proponiendo un saco que les va muy grande. ¿Y quién habló de publicación? Lógicamente pensamos “proyecto” en términos de libro y “libro” como algo que está publicado en algún formato. Pero equiparar proyecto con publicación para mí es un error que nos roba una riqueza enorme del proceso.

 

¿Cómo pienso yo un proyecto? Cómo una manera de encarar la escritura cuando se tiene algo del camino recorrido. Ya no se trata de seguir acumulando material, de garantizar que algo ando escribiendo (que está perfecto en determinada etapa pero que si mantenemos a perpetuidad nos condiciona muchísimo), sino a evaluar lo que tenemos y ver si hay algo ahí que empieza a conformarse, un universo propio (aunque sea muy incipiente), cierta lógica interna.

 

Es muy sutil, lo sé, suena a “poco concreto”, pero es precisamente porque la noción de un proyecto es muy personal y va más allá de una idea para un libro. Para mí, tiene que ver con mirar la propia escritura desde otro lugar. El primer paso es darse cuenta de que “con todo esto puedo hacer algo” y empezar a ver qué algo sería. Pero (y acá viene el gran pero) ese algo no implica “todo lo que tengo escrito”: por eso digo que es un entrenamiento de  la mirada crítica. ¿Qué me sigue representando de todo este material que tengo? ¿Qué me sigue entusiasmando explorar? ¿Qué otro tipo de textos podría sumarle? Y miles de etcéteras que van surgiendo.

 

Pensar un proyecto, desde esta perspectiva, implica un grado de compromiso distinto con la escritura, una búsqueda también en profundidad hacia la corrección: no me “rajo” cada entrega con un texto nuevo, sino que, en lo que me interesa, me quedo, veo cómo potenciarlo, qué está necesitando ese texto para ser parte de esa totalidad que empiezo a vislumbrar.

 

Como ven, esto va mucho más allá de cuándo y cómo el material que tengo va a circular por fuera del taller. Eso equivaldría a pensar qué luz va a darle en tal galería a la escultura que recién estoy empezando a esculpir (o peor, a imaginar). Miguel Ángel vio al David en el mármol y lo buscó, no estaba preocupado (en esa etapa) por dónde iba a exponerlo.

 

Y ahí me lleva al otro gran enemigo de pensar un proyecto como modo de exploración de la escritura: que solo me preocupe publicar. Si en el ejemplo anterior el tema era que  publicar lo veo lejos y me asusta, este es su opuesto: ponemos el carro antes del caballo y sin focalizar en el proyecto de escritura estamos con la publicación en la cabeza.

No me malinterpreten, valoro mucho esas ansias de querer hacer que nuestra escritura circule, pero no a costa de la calidad de lo que publicamos. Y no hablo acá de veleidades de críticos literarios, sino de garantizar que ofrecemos algo que fue pensando, armado como un todo orgánico. Cuando nos gana la ansiedad de publicar, el proceso de pensar el proyecto puede sentirse como desesperante: no me desarmes nada, ya decidí que esto es un libro de cuentos o la novela está bien así.

 

Por eso digo que equiparar proyecto con publicación es una trampa: nos roba el pensar nuestra escritura como un proceso que crece de manera orgánica y que, para llegar a conformar un todo, requiere de un trabajo en profundidad, que no es lineal, sino en capas y que nos obliga a encontrar el universo que todo ese material esconde.

 

Me imagino que si llegaron hasta acá y no abandonaron al primer párrafo, es que tienen material entre manos: ¿se animan a reunirlo, mirarlo de frente y hacerle preguntas? ¿A leer de nuevo lo escrito y decidir qué los sigue representando y qué es una etapa terminada? ¿A ver qué proyecto puede estarse vislumbrando ahí y qué necesita para ir cobrando forma? ¿A apostar por un proceso de corrección y reescritura que haga brillar cada texto y aporte al todo? No les prometo que será una empresa a corto plazo, pero estoy segura que encarar la escritura desde ahí les va a potenciar el disfrute y les va a ayudar a dedicarle más tiempo a ese espacio creativo con mucha más facilidad. No lo descarten sin haberlo probado.

Sobre la autora

Soy Azucena Galettini, escritora, traductora y docente. Llevo casi dos décadas en el mundo editorial, ocupando distintas funciones, y casi una década dando talleres de narrativa. Tengo mi costado académico (¡si hasta hice un doctorado!) y soy investigadora de Conicet. También doy clases de literatura inglesa contemporánea en el profesorado de inglés del IES en Lenguas Vivas «J.R. Fernádez». Todo un combo que parece algo dispar pero que apunta siempre en la misma dirección: acercar la literatura a quienes quieren aprender a disfrutarla (o aumentar ese disfrute).

¿Te gustó esta propuesta literaria?

Si querés recibir más inspiración para escribir, ¡sumate al CeciNews!

Te vas a enterar de:

  •         Los próximos concursos de microrrelato
  •         Las nuevas consignas de escritura de Ceci para desbloquear tu mente
  •         Las reflexiones y propuestas literarias de las profes de la tribu
  •         Los llamados a participar del desafío de escritura gratuito
  •         Las convocatorias a los próximos lanzamientos del taller. Hacemos solo dos por año y los grupos se llenan rapidísimo. ¡Mejor enterate antes que nadie!
¿Querés compartir el posteo? ¡Di que sí, di que sí!