- “Quiero empezar, pero no sé si voy a estar a la altura”.
- “Me gustaría estar en un grupo de mi nivel”.
- “Yo ya sé lo que tengo que escribir, no quiero distraerme”.
Estos son sólo algunos de los prejuicios que aparecen antes de comenzar con el trabajo de taller. Me propongo deconstruirlos uno a uno, para demostrar las ventajas de compartir el proceso creativo en grupo.
1) Ser principiante no tiene nada de malo. De hecho, es la mejor actitud para empezar cualquier camino de aprendizaje. Si logramos traspasar la vergüenza, encontramos que ser pequeños es la condición fundamental para crecer. Una actitud libre de juicios abre la recepción. En lugar de compararnos con los demás, los miramos con atención y absorbemos como esponjas todo lo que está pasando a nuestro alrededor. Esa actitud es la que, al escuchar el texto de un/a compañero/a puede transformar el “Nunca voy a poder escribir como él/ella” en “Guau, qué bueno lo que escribió. ¿Cómo lo hizo?”.
El grupo nos ayuda a salir del lugar de la vergüenza y llegar al del aprendizaje.
2) Estamos frente a la misma idea: el prejuicio de que hay alturas y niveles en la escritura y que no se pueden mezclar. Pero, esta vez, desde lo alto. Se trata de personas que buscan escribir “mejor”, perfeccionarse y llegar a ser algo grande. Pero, una vez que se sumergen en el trabajo grupal, notan que lo que consideraban “pobre”, “cliché”, “soso” (y podría seguir con los juicios de valor hasta el infinito), tiene muchas más posibilidades de crecer que un texto “redondo”, “logrado”, “eficaz”. Comprenden que el taller no se basa en un control de calidad sobre la producción de sus participantes, sino en un acompañamiento respetuoso en todos los “niveles”. Se abren a escuchar textos por fuera del gusto personal y se animan a escribir “mal”, a ver qué pasa si dejan de perseguir la expresión perfecta y buscan aquello que está vivo en un texto.
El grupo nos muestra que nuestra perspectiva sobre la literatura es subjetiva y que existen muchas miradas más, al mismo tiempo que nos alienta a transcender la búsqueda de la perfección.
3) Hay personas que vienen con una idea muy potente en la cabeza, muchas veces asociada al sueño de publicar un libro. Sea un proyecto literario o no (de hecho, recibo muchas consultas para escribir libros sobre la práctica profesional), aparece la sensación de que compartir el proceso con otros/as sería una distracción y una pérdida de tiempo. Error. Esto puede ser así cuando ya existe un borrador completo del libro y la tarea consiste en corregirlo y editarlo. Pero cuando todavía es un deseo, lo mejor que nos puede pasar es empezar el proyecto acompañados/as. ¿Por qué?
Les cuento un ejemplo concreto: en un mismo año, trabajé con tres psicólogas que querían escribir sobre su experiencia laboral. Todas lo hicieron individualmente y ninguna estaba interesada en sumarse a un grupo. Yo veía la misma escena repetirse en cada caso: la expresión de un gran orgullo por el trabajo realizado y la convicción de que su proyecto era único. Cada vez que escuchaba estos pensamientos, pensaba: “¡Pero si Mengana, Fulana y Sultana están haciendo lo mismo! Qué lástima que no se quieran reunir”. Es cierto que, comparando las experiencias, cada una estaba ofreciendo una perspectiva muy particular. Los enfoques podían diferenciarse claramente. Pero todas estaban trabajando en el mismo sentido. Compartían el deseo y la motivación, además del campo profesional. Si hubieran trabajado juntas, se habrían dado cuenta de que tenían preocupaciones y desafíos en común, y que podían aprender de sus diferencias de criterio.
El trabajo grupal ayuda a bajar la ansiedad natural que aparece cuando estamos preparando un libro, porque vemos que los/as demás sienten algo parecido, que no somos los/as únicos/as. Además, al dialogar con otros/as que no piensan igual que nosotros/as, podemos mejorar muchísimo la comunicación, porque nos obliga a llegar mucho más allá de lo que pensábamos. Ya no escribimos para nuestros/as amigos/as y los/as que piensan igual que nosotros/as sino que ampliamos el público y nos abrimos a que nuestro mensaje sea leído desde otros puntos de vista.
El grupo enseña que nadie es único/a pero que, a la vez, cada uno/a es particular.
¿Se te ocurren más prejuicios y/o ventajas?
¡Escribilas en los comentarios!
¡Qué buena la foto Ceci! Seguro que el pájaro le come los piojos y forman un buen equipo
¡Seguro! Se ha formado una pareja 😀
Me encanta.
Y la foto divina!Da para escribir diria la profesora! !!
😀 Dele para adelante. Me intriga qué saldrá de ahí.
Hay muchas veces un prejuicio bastante justificado a causa de varias malas experiencias de taller grupal en los cuales se charla mucho y se trabaja poco. Un resquemor que se disipa cuando llegás a un sitio donde se trabaja minuto a minuto, con seriedad y precisión. Hay que saber encontrar esos grupos productivos. Su eficacia va a depender en pequeña parte de los concurrentes, pero mucho más de la disposición, formación, actitud y trabajo de el o la docente a cargo.
Seguimos demoliendo mitos 😀
¡Gracias, Javier!