Hablemos de los límites.
¿Son necesarios para crear?
¡Claro que sí!
Se me ocurrió escribir sobre este tema porque veo posiciones extremas al respecto: están los/as que reniegan de las reglas (¡No quiero que limiten mi creatividad! ¡Me cortan las alas!) y los/as que buscan la receta de la escritura infalible (¿Cómo hago para empezar si no sé adónde voy a ir a parar? ¿Cómo sé si esto está bien o mal escrito?).
¡Por suerte tenemos el camino del medio!
Hay tres grandes niveles en los que las reglas son útiles para crear:
1) Las consignas de escritura. La valla y el trampolín
2) La gramática como reglamento del juego.
3) El ritual. Las reglas más sutiles: la construcción del témenos (espacio sagrado para la creación).
Empecemos por el primero, y prometo que en posts sucesivos voy a ir desarrollando el resto. ¿Qué te parece? Mientras tanto, podés ir dejándome tus preguntas en los comentarios, así las tengo en cuenta en mi próxima sesión de escritura bloggera.
Las consignas de escritura
Las consignas de escritura creativa tienen varias funciones pedagógicas:
-Acotar la infinidad de posibilidades.
-Ofrecerte un punto de partida.
-Invitarte a explorar zonas a las que no irías por motus propio.
-Despertar una reacción a la propuesta.
Imagino un experimento de la Universidad de Massachusetts. El equipo de neurocientíficos divide un grupo de personas en dos: a uno le proponen escribir a partir de una consigna y a otro lo dejan pastorear en libertad. Arriesgo el resultado: los libres sufren, los regulados crean.
¿Por qué supongo eso? Porque si te pido “escribí lo que quieras”, lo más probable es que no se te ocurra nada o que se te ocurran demasiadas opciones a la vez y no sepas cuál agarrar, quedándote con la sensación de que habría sido mejor elegir otra cosa. En cambio, si te propongo “escribí sobre el olor de la lluvia en el campo”, “escribí un texto de no más de 30 palabras usando solamente la vocal O” o “escribí un poema de amor”, vas a empezar más rápido y te va a resultar más fácil avanzar.
Ahora bien: ya dije que la consigna sirve como punto de partida. Entonces, tengo como mínimo tres opciones:
1) cumplirla “a rajatabla”
2) contradecirla
3) interpretarla como me pinte
Esta es la gracia de la creatividad. Es un campo en el que desobedecer la consigna no sólo no es un pecado si no que es una reacción deseable. En esto, nuestra tarea difiere de muchas de las que hacemos en la vida cotidiana. Si estoy manejando y veo que el semáforo está en rojo, tengo que parar. Esa es la regla. Y si no la cumplo o la interpreto como me pinta, pongo en riesgo mi vida.
En el ámbito creativo, en cambio, todo lo que yo pueda hacer con la regla me sirve para escribir. Las últimas dos funciones de la consigna (la exploración y la reacción) tienen que ver con forzar un poco la situación para favorecer el proceso creativo. En pedagogía llaman a estas situaciones “valla” o “trampolín”. Las consignas-valla usan los obstáculos para obligarte a sortearlos (por ejemplo, “escribí un texto de no más de 30 palabras usando solamente la vocal O”). Las consignas-trampolín, como la imagen lo indica, apuntan a que saltes a la pileta (por ejemplo, “escribí sobre el olor de la lluvia en el campo”).
En ambos casos tengo las tres opciones: decir “sí”, “no” o “más o menos”. Y ahí está lo interesante. A diferencia de los moldes prefijados, las consignas nos dan la posibilidad de tomar el olor a lluvia en el campo para escribir sobre la sala de espera del dentista, armar un texto casi exclusivamente con la vocal “o” (si se fijan en el tema “Ojo con los Orozco” de León Gieco, las partes más divertidas son las que no respetan la consigna) o escribir un poema de odio tomando como punto de partida el amor.
Ojo, no digo que no sea posible escribir sin consigna, con absoluta libertad. Sólo que lo de “absoluta” es cuestionable. Siempre estamos creando dentro de algún límite (nuestro idioma, cultura, ideología, etc, etc). Pero eso ya es tema del próximo post…
Contame: ¿cómo te llevás con las consignas? ¿Preferís cumplirlas o romperlas? ¿Escribís con “absoluta” libertad o con puntos de partida?
Cecilia fue mi coordinadora de taller un tiempo. Durante el tiempo que asistí al taller pude darme cuenta que había dos tipos de límites. Las reglas de convivencia por un lado y las consignas por el otro. Las reglas de convivencia suelen parecer al principio imposiciones injustificadas que uno mira con cierta reticencia, pero en realidad son útiles para como dice ella no romper el clima de creatividad. Cecilia consigue con mucho esfuerzo tener un ambiente privilegiado donde uno poder concentrarse para crear.; ella prepara los talleres para que cada participante encuentre un momento provechoso de trabajo de escritura. Una vez logrado el ambiente creativo y bajo las reglas de convivencia que cumplíamos para lograr objetivos concretos, las consignas tenían su lugar para hacernos más productivos. Todo arte necesita de ciertas condiciones. Por ejemplo, un lienzo donde se pinta un cuadro tiene sus límites; uno tiene que pintar adentro de la tela, y con los colores que dispone. La limitación marca determinados puntos de partida, coordenadas y faros donde apuntar la embarcación. Es útil saber por dónde empezar para luego poner uno mismo el cómo seguir. Es un excelente taller.
¡Qué bueno, Javi! Muchas gracias por tus palabras 😀
Creo que las consignas son necesarias por lo menos como punto de partida. Aprender a usar adecuadamente las herramientas para luego usarlas creativamente y tener consignas que eviten el derrape a lugares que desdibujen los temas centrales es una manera de ceñirnos sin encorsetarnos y dejarnos fluir sin alejarnos demasiado del tema propuesto
Sí, está en cada uno/a buscar el equilibrio 🙂
Como aprendiz de escribidora, me vienen fenomenal las consignas, de esta manera sé por donde ir a mi manera.
¡Claro! La idea es ir buscando el propio camino 🙂
Hola Ceci!!! me encantan tus desafíos!!! Para mi es todo un desafío la escritura. Siento que las consignas ayudan un montón, por ahora.Me encantan tus propuestas. Comencé a escribir los cinco minutos a la mañana y a la noche, me copé. Gracias
¡Qué bueno, Vero! Gracias por compartirlo. ¡Avanti!