¡Llegamos a la tercera y última parte de “La saga de los límites”! Es un tema complejo y polémico, así que ¡espero tus comentarios!

Antes de arrancar, te cuento de dónde viene la charla:

En la parte 1, hablamos de las consignas de escritura. ¿Sirven? ¿Está bueno cumplirlas o no?

Aquí va el link:

https://www.ceciliamaugeri.com.ar/son-necesarios-los-limites-en-la-creatividad/

Y en la parte 2, nos metimos con los límites del lenguaje:

https://www.ceciliamaugeri.com.ar/son-necesarios-los-limites-en-la-creatividad-parte-2/

Ahora le toca a los límites sagrados. ¿Qué? ¿Estamos hablando de escritura o de religión? Si tomamos el origen de la palabra “religión”, nos encontramos con que viene de “ligare” (unir). Y estoy segura (por experiencia personal y de otros/as) de que podemos reunirnos a través de la escritura. ¿Reunirnos con quién? Con nosotras/os mismas/os, con nuestro inconsciente (el propio y el colectivo), con el misterio y con lo divino (como sea que lo sientas).

La escritura puede ser un lugar sagrado. Pero para lograrlo necesito delimitar un tiempo-espacio y entrar en “otra dimensión”. Sé que suena a esoterismo pero también es algo muy simple: escribir con música, por ejemplo, es suficiente. Pongo un tema que me inspire, ¡y vualá! Delimito el tiempo de escritura (empiezo y termino con la música) y en el medio viajo adonde la música me lleve. Es un pasaje de ida y vuelta: realidad-magia-realidad.

Stephan Nachmanovitch, en su libro Freeplay, describe esta práctica maravillosamente:

“La preparación específica comienza cuando entro en el “temenos”, el espacio de juego. En el pensamiento de la Antigua Grecia, el “temenos” es un círculo mágico, un espacio sagrado delimitado dentro del cual se aplican reglas especiales y donde pueden suceder libremente acontecimientos extraordinarios. Mi estudio, o cualquier espacio donde trabaje, es un laboratorio en el que experimento mi propia conciencia. Arreglar el “temenos” es limpiar y ordenar la mente y el cuerpo”.

Ahora bien: si mientras escribo estoy pendiente del celular o alguien me interrumpe a mitad de camino, se rompe el hechizo. Por eso, antes de empezar con el ritual (prepararse un mate, visitar un café que me gusta, todo vale mientras sea elegido especialmente para la ocasión) es importante asegurarme de que nada ni nadie me va a aguar la fiesta.

Entonces voy al baño, apago el celular, pongo un cartelito de DANGER en la puerta y la mejor cara de perro malo por si alguien se atreve a traspasarla. (Espero que las/os que vienen al taller ya estén entendiendo por qué pongo tantas reglas tan estrictas para empezar a escribir).

Mantener este tiempo-espacio bien delimitado y protegido es la condición para que ocurra el encuentro. ¿Y a qué no sabés a quién le encanta molestar cuando busco esa conexión? Sí, sí: al gollum. Tengo que pechearlo para poder reunirme.

El depredador interno, el espectro que juzga, el troll, el censor, como quieras llamarlo, va a hacer todo lo posible por interrumpir e incluso evitar que llegues a preparar tu propio “temenos”. Dependiendo de en qué momento del proceso te encuentres, puede pasar que haya una persona de tu círculo cercano que siempre te pide un favor urgente, te busca pelea o te tienta con tu algo que te encanta justo cuando estás por sentarte a escribir.

O puede tratarse de un aspecto interno que te sugiere ponerte al día con los mails, ordenar la alacena o ir a visitar a alguien que no ves hace años… Cualquier cosa con tal de no conectarte con tu creatividad. A todos/as nos pasa. Es un mecanismo humano. Lo importante es conocerlo para, en la medida de lo posible, adelantarnos estratégicamente a sus maniobras o, si no llegamos a tiempo, aprender a incorporarlo y seguir adelante con gollum y todo.

(Si te interesa saber más sobre este curioso personaje, te acerco un video al respecto: https://www.instagram.com/tv/BqKu2C5FBEY)

Por todo esto, para mí es muy importante generar un espacio ritual en el taller. Por eso repito siempre los mismos pasos. Por eso nos preparamos antes de lanzarnos a escribir. Si no lo hacemos, no despegamos de la escritura cotidiana. La mayor parte del tiempo escribimos en “modo social”. En el celular tenemos muchísimos mensajes, pero casi ninguno va más allá de la comunicación práctica o emocional (¿emoticonal?). El espíritu no tiene mucha cabida que digamos en estos formatos.

¿Cómo nos conectamos con el alma? Ponele el nombre que quieras: “Yo misma/o”, “voz de adentro”, “niña/o interior”, “lo que me sale de las entrañas”. Necesita dedicación para aparecer. Está en cada una/o encontrar el ritual más favorable. Y protegerlo con unos buenos límites.

Dice Stephen:

“Estos rituales y preparaciones funcionan para descargar y aclarar zonas oscuras y dudas nerviosas, para invocar a nuestras musas en cualquier forma que las concibamos, para abrir nuestras capacidades de intermediación y concentración, y para estabilizar a nuestra persona frente a los desafíos que la aguardan. Es este estado intensificado, encendido, afinado, al creatividad se convierte en todo lo que hacemos y percibimos”.

¡Eso es! Un estado intensificado. Una vida un poco más viva. Estar las 24 horas en esta sintonía sería imposible en nuestro contexto actual. Pero practicar esta reunión es un respiro. Conectarnos nos llena de energía para seguir. Y de verdad hace la diferencia.

Me encantaría saber: ¿tenés algún ritual? ¿Qué hacés para encontrarte con vos misma/o?

¿Querés compartir el posteo? ¡Di que sí, di que sí!